El gran salto...

Acantilados


¿Qué te sucede?
me preguntó mientras yo sonreía.
La tierra tembló,
el cielo parecía estar todo despejado.
Intenté hablarle del viaje,
de la casa y del auto,
todo fue en vano.
Debí darme cuenta que ya me conocía,
que el camino lo veníamos transitando juntos
y que la sonrisa se me pegaba en el espejo
todas las mañanas cuando yo me burlaba
de quien me miraba fijo desde ahí adentro.
La miré a los ojos y descubrí
una lágrima que nacía justo en ese momento,
mientras una nube oscurecía todo.
y la lluvia comenzó lentamente a caer sobre nosotros.
Las palmeras comenzaron a tambalearse,
las olas golpeaban fuerte sobre el acantilado.
Miles de imágenes y frases
venían a mi mente.
Sin embargo,
mi boca parecía no querer decirlas.
Las palabras no tienen sentido
cuando los hechos hablan por si solos.
El silencio parecía no terminar nunca,
a pesar que escuchábamos el estruendo
que provocaban todas nuestras ilusiones al derrumbarse.
La tormenta azotaba con su mayor intensidad
sobre toda la costa.
Nosotros permanecíamos allí,
perdidos en la inmensidad del planeta.
Dentro nuestro la tormenta era aun mayor.
"Pensaba que tenía todo", le dije
"Aún sabiendo que solo había generado vacío"
Ella me interrumpió:
"A pesar de todo la lluvia no es mala, ayuda mucho,
solo hay que saber esperar a que pase..."
Nuevamente el silencio.
Yo solo pensaba en seguir huyendo,
esta vez para siempre...
Miraba perdido hacia el precipicio,
y aunque yo siempre había sido bueno para escaparme,
esta vez algo me lo impedía.
Ella me invitó a sentarme a su lado
y apoyándome en su regazo me dijo:
"¿Sabés?" su voz surcó el silencio
como los relámpagos lo hacían con la oscuridad,
"Las cosas siempre fueron así
y nosotros nos negamos a aceptarlas.
mirá mis ojos, no pararon ni un segundo
de derramar lágrimas
y la lluvia se las lleva como si fueran sus gotas.
Ahora mirá nuestras vidas:
no paramos nunca de hacer cosas,
jugar, trabajar, estudiar, correr,
odiar, amar, sentir... vivir,
y el tiempo se las lleva a todas y cada una de ellas.
Solo los recuerdos permanecen,
cuando todo se termine quizás ni siquiera ellos estén.
Por más que esté todo mojado,
las gotas se evaporarán cuando el sol caliente"
Respiré profundamente, ya sin pensar en saltar.
Continuaba mirando el acantilado,
pero esta vez observando como la luz de la luna
se colaba entre las nubes
e iluminaba los movimientos del mar
mientras chocaba contra la roca.
Comprendiendo así que nosotros también
éramos parte del paisaje,
la tomé entre mis brazos
y comencé a besarla desde sus frágiles manos
hasta su dulce boca ahora salada por las lágrimas,
Amándola con la inocencia y la pureza
con la que los ángeles sonríen,
logrando lo imposible:
que ese momento dure por la eternidad,
Grabándose por siempre en mi corazón.
Hasta hoy, sigo esperando que la lluvia pase
Para por fin ese día
volver a verla...