Te estuve buscando

Te estuve buscando:
cada mañana esperaba
despertar de mis sueños
para encontrar tu aliento junto al mío.
Pero de él solo unas pequeñas gotas
quedaban en el vidrio.
Rápidamente se desvanecían.

Para confirmar que habías estado allí, conmigo,
me asomaba al parque en busca de tus huellas
y veía crecer el pasto
justo donde tus pies habían caminado.

Palpaba como alborotado
estiraba sus hojas,
resquebrajando sus pieles,
intentando no dejar rastro
de tus suaves pisadas.

No me engaño,
allí no estabas.

Buscaba en las copas de los árboles
algún cambio en el canto de las aves,
algún indicio que por allí pasaste
pero solo se alborotaban
cuando escuchaban mi vos
que los interrogaba.

Intenté recordar qué perfume
habías dejado en mi almohada
y buscarlo en la brisa
para saber hacia donde corrías.
No encontré mas que menta
azahares y la humedad de una lágrima.

Pero en mi boca
entre los amargos sinsabores
una veta de dulzura se hacía evidente.
¿Existía otro gusto tan exquisito
que sobresaliera entre la hiel de la soledad
que no fuera el de tus besos?

Es que ella lo fue abarcando todo,
mis caricias, mis miradas,
los aromas, las canciones,
¡Hasta en mi paladar manda!

Es obvio,
no te encontré.

Pero eso ya no importa
porque desde hace un tiempo,
en las mañanas de mis sueños,
la hiel se hace dulce
y la soledad es mi compañera.